Suvi Imhof, jefa de equipo de asesoramiento a mujeres en casos de violencia, explica en una entrevista por qué los mensajes de la campaña «La violencia no entiende de sexos» se dirigen tanto a mujeres como a hombres. Y cómo consigue su equipo no perder la fe en el bien.
La violencia no conoce género y, sin embargo, existe una violencia específica de género. ¿No es esto una contradicción?
Sí y no. Todo depende del enfoque que se dé al tema de la violencia. Sí, porque sigue existiendo una violencia de género clara y fuertemente pronunciada, a saber, la violencia sexualizada, la violencia doméstica y el acoso. Las mujeres son aquí un grupo vulnerable. Esto significa que, en la inmensa mayoría de los casos, el agresor es un hombre y la víctima una mujer. Esto no ha cambiado.
No, porque cualquiera -independientemente de su sexo- puede sufrir violencia y, por tanto, convertirse en víctima. La violencia está en todas partes: en casa, en el trabajo, durante el tiempo libre, en la escuela, en el ejército, al salir. Sin embargo, los hombres como víctimas de la violencia doméstica o sexualizada son un tema tabú que no es tan fácil de tocar. No encaja con las ideas convencionales de masculinidad de nuestra sociedad y causa gran incomodidad.
¿Por qué?
La violencia doméstica y la violencia sexualizada no son temas atractivos para discutir tomando una cerveza después del trabajo en un ambiente relajado. Por eso es aún más importante impulsar medidas y mantener nuestro incansable compromiso de combatir la violencia y permanecer en el diálogo. El Convenio de Estambul y el Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres, el 25 de noviembre, son el punto de partida.
Agota Lavoyer escribe en su nuevo libro que toda mujer ha experimentado o presenciado violencia sexualizada en su vida. ¿Qué opinas de esta afirmación?
Me sorprendió el título del libro. Pero cuanto más lo pensaba, más me daba cuenta de que era cierto. Incluso antes de empezar a trabajar con mujeres afectadas por la violencia, era consciente de que muchas mujeres se ven afectadas. Sin embargo, fue muy aleccionador para mí darme cuenta de en cuántas situaciones, casi casualmente y con qué autoimagen, se traspasan los límites en relación con la violencia sexualizada.
¿Por qué no preguntas a las mujeres de tu entorno si han tenido alguna vez una experiencia transfronteriza similar en el trabajo, en su tiempo libre, al salir, de camino a casa o mientras hacían deporte? Yo lo hice hace poco y me quedé asombrada.
¿Qué provoca eso en ti?
Me parece extremadamente preocupante y me afecta. Agota Lavoyer lo denomina cultura de la violación, una sociedad que no sólo acepta y, por tanto, legitima determinadas formas de violencia, sino que también devalúa y culpa a las afectadas. Un ejemplo elocuente de ello puede encontrarse en las secciones de comentarios de los periódicos o en las redes sociales en relación con los informes sobre agresiones sexuales. Esto no puede ser, esto no debe ser. Aún queda mucho trabajo por hacer para concienciar sobre el problema.
¿Qué mensajes tiene para ti la campaña de sensibilización «La violencia no entiende de géneros» en tu trabajo diario con mujeres afectadas por la violencia?
Las mujeres están especialmente expuestas a la violencia de género y, por tanto, son especialmente vulnerables. A las mujeres también se les permite ser vulnerables. Es una habilidad importante dejarse tocar, para que no todo rebote y la persona se endurezca. Y aunque las mujeres no tienen la culpa de la violencia, siguen siendo ellas las que tienen que soportar las consecuencias de la violencia. Si deciden escapar, esta decisión a menudo pone patas arriba toda su vida. Algunos ejemplos son la huida a un refugio, el cambio de domicilio, las dificultades económicas porque pierden su trabajo o no pueden trabajar por motivos familiares. Esta decisión también afecta a la vida social y cultural, a las relaciones con amigos y conocidos, que se rompen o se pierden.
¿Cuáles son las consecuencias?
Lo que permanece y se queda con ellos durante mucho tiempo es el abrumador sentimiento de vergüenza y los recuerdos traumatizantes. Los clientes se avergüenzan de que les haya ocurrido algo así. Esta vergüenza les bloquea. Esta vergüenza es casi imposible de superar. Aquí es donde la campaña de sensibilización aborda una cuestión importante y de la que raramente se habla. Debemos recoger esta pelota en el debate social y seguir jugando con ella. Y todo el mundo debe tomarse a pecho el tercer mensaje de la campaña: Es importante pedir ayuda. Aceptar ayuda no es un signo de debilidad, sino de fuerza y responsabilidad. Y estos mensajes son iguales para todos, independientemente del sexo.
En el primer semestre de 2024, el servicio de asesoramiento a mujeres trató un 20% más de casos que en el primer semestre del año anterior. ¿Cómo afronta el equipo esta carga cuantitativa y cualitativa?
Es mucho. Es un trabajo importante y es muy importante para todos nosotros poder mostrar a los afectados formas de salir de la violencia y mostrarles opciones. Se nos permite escuchar, apoyar y, sobre todo, creer a los afectados. Esto es muy apreciado. Todo el mundo está muy comprometido y no se deja abatir, aunque en muchos casos casi perdamos la fe en el bien. El humor, escucharse unos a otros, intercambiar ideas entre equipos y ser consciente de tus límites, todo eso ayuda.
Ayuda a las Víctimas de Basilea Steinengraben 5 CH-4051 Basilea